Han pasado más de 3 horas del último ‘entreno’ (dejémoslo en
chapuzón) en la piscina pública de mi pueblo, Alcalá de Guadaíra. Me duché con el mejor gel de baño
que tengo, usé champú del bueno para la cabeza y la barba, desodorante y colonia. Y sigo apestando a cloro. Es más, pienso que el olor a cloro se va
haciendo más fuerte conforme pasan las horas…
Nadé 2 km en 39’00. ¡Qué coraje da no haber apretado un poco
para hace un 38’. Podría poner excusas, la más recurrente es la de las gafas de
natación empañadas. He buscado soluciones por internet, e incluso he comprado
un líquido ‘anti-fog’ para que no se empañen. ¡Tampoco sirve! Hoy mismo, tras
limpiar las gafas con este líquido, han tardado en empañarse la friolera de ¡3
largos a una piscina de 25 metros! Empiezo a pensar que somos víctimas de la
‘obsolescencia programada’ de los lobbies de la natación… Bueno, tampoco es para tanto. Cualquiera de las gafas de
natación que compro empieza a empañarse a los pocos meses de uso, normalmente
al segundo. ‘Anti-fog’, gotitas de mistol, escupitajos, enjuagues… Nada sirve
o, al menos, nada funciona el 100% de las veces. Hay días que más o menos
aguantan, y días en los que nadas a ciegas, como en un sueño, intentando ver el
final de la línea del fondo de la calle antes de que le pegues un manotazo a la
pared.
Algo más en serio, si es que puede haber algo que
moleste más que unas gafas empañadas y nadar a ciegas (nada que ver con el
concepto tan chulo de ‘swim a ciegas’) es la peste a cloro que llevas todo el día después de meterte en una piscina.
Hoy es uno de esos días en los que por trabajo puedo hacer
doblete. Con doblete me refiero a dos sesiones. Me escapé a las 13h10 para nadar 45’, almorzar, currar y volver a
correr a las 20h en la quedada Beer Runners en Sevilla. Serán 10km progresivos,
empezando suave y con los dos últimos kms fuertes, bueno, o al menos el último
fuerte.
Ya estoy deseando volver a casa tras la quedada para volver
a ducharme e intentar paliar el pestazo a cloro. Después de nadar tengo la psicosis de que todo el mundo cerca mía va a olerlo también.
Como un ‘peo’ en un ascensor.
Solamente he nadado en un sitio donde no apestaba a cloro después: en
la piscina pública de Mónaco (Stade Nautique Rainier III).
Claro, sin cloro, es una piscina tratada con sal. Estos millonarios sí que se
lo montan bien. Al lado de yates de lujo, en el puerto, rodeado por el mismo asfalto que usan los Fórmula 1. Curiosidades de la vida, el autobús y la piscina pública son más baratos o iguales en Mónaco que en Alcalá de Guadaíra, Sevilla o Madrid. Bus a un euro y piscina a 3,5€ el baño individual (en los años 2012 y 2013), tanto para nadar en las calles como baño recreativo.
Esperando que alguien construya una piscina sin cloro cerca
mía seguiré buscando soluciones a lo del vaho en las gafas, a la peste que
huelo horas después de salir de la piscina… Y otro día hablaremos del peor de
los olores: El neopreno mojado dentro de tu habitación.
Eso sí que es heavy…
Dani, las gafas llevan un tratamiento antifog que se va estropeando según las mojas por dentro, las frotas o cualquier otro invento. Por tanto, cuando compres unas gafas, evita, en lo posible, que se mojen por dentro...
ResponderEliminarUna vez ese tratamiento se ha perdido, los liquidos antifog y demás sirven de muy poco
Un par de meses es lo que me duran las buenas (especialmente las Zoggs, las mejores sin duda). ¡En adelante evitaré mojarlas por dentro! Gracias, crack!
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